Detrás de cada caso hay una historia marcada por la presión social, las deudas o la vergüenza. Empresas especializadas, barrios invisibles y un marco legal que prioriza la privacidad hacen posible que miles de japoneses se desvanezcan sin dejar rastro
Cada año, decenas de miles de japoneses optan por desaparecer de la vida cotidiana. Dejan atrás a sus familias, amigos y lugares de trabajo. Estas personas, conocidas como johatsu, literalmente “evaporados”, eligen desvanecerse sin dejar rastro físico ni virtual. Así adoptan nuevas identidades y, en muchos casos, renuncian a su propio nombre. El fenómeno integra múltiples capas: la presión social ante el fracaso, la vergüenza, las deudas y las relaciones personales problemáticas. En Japón, donde la privacidad está protegida hasta extremos poco habituales en otros países, el acto de esfumarse se transformó en una respuesta radical pero recurrente ante los reveses de la vida.
Según explicó el medio local Tokyo Weekender, desde la década del sesenta la cifra de personas reportadas como desaparecidas oscila entre 70.000 y 100.000 por año. Muchos son localizados más tarde, pero existe un porcentaje que logra eliminar todo rastro gracias a una planificación minuciosa. La popularidad del término johatsu ganó fuerza en 1967 con la aparición de la película Un hombre desaparece, de Shohei Imamura. A partir de entonces, las historias de quienes deciden dejar su existencia atrás han capturado la atención de la sociedad y los medios.
Motivos e industria de la desaparición
La decisión suele relacionarse con el fuerte rechazo social al fracaso en Japón. De acuerdo a ABC, no solo se trata de huir de deudas o relaciones abusivas, sino también de evitar el desprestigio o la deshonra asociada con asuntos tan variados como el divorcio, el desempleo, las adicciones o incluso malos resultados académicos. La presión familiar y profesional aparece como uno de los principales motores de este fenómeno. El estallido de la burbuja financiera en los años noventa agudizó la situación. La pérdida masiva de empleos y la explosión de la deuda individual empujaron a miles hacia la desaparición voluntaria. Esto fomentó la aparición de empresas especializadas que ofrecen un servicio para borrar todo rastro físico y digital.

Según The Guardian, la industria de las “mudanzas nocturnas” o yonigeya se consolidó como un actor clave en el proceso. Estos negocios prestan asistencia logística y emocional a quienes desean empezar de cero. Los ayudan a abandonar el hogar, encontrar alojamiento y, en ocasiones, un empleo temporal en la periferia social. Saita, fundadora de una de las principales compañías del sector, aparece como figura central en el documental Johatsu: Into Thin Air, dirigido por Andreas Hartmann y Arata Mori. El filme toma como punto de partida la planificación y ejecución de escapes. El largometraje muestra el trabajo meticuloso que supone cada caso.
El costo de estos servicios, según ABC, puede variar entre 50.000 y 300.000 yenes. Esto depende de las distancias, así como el volumen de bienes y la dificultad de la salud. En este sentido, las empresas del sector suelen contar con personal que también vivió la experiencia de “evaporarse”, lo que facilita la empatía y la comprensión con los nuevos clientes. El anonimato se convierte no solo en el objetivo, sino en un valor irrenunciable. Es habitual que quienes acuden a estos servicios empleen solo su apellido o nombres ficticios tanto durante el proceso como después.
Barrios del anonimato
Una vez fuera del entorno anterior, muchos johatsu encuentran refugio en zonas marginales de las grandes ciudades. Barrios como Kamagasaki, en Osaka, y San’ya, en Tokio, ofrecen anonimato e invisibilidad ante la estadística estatal. Las autoridades suelen omitir estas áreas en censos y registros. Comunidades de apoyo mutuo y organizaciones no gubernamentales proporcionan asistencia básica y una red de contención emocional. Al mismo tiempo, la yakuza, la mafia japonesa, aprovecha la situación y recluta trabajadores para empleos informales pagados en efectivo, detalló BBC.

De acuerdo al documental dirigido por Hartmann y Mori, la motivación principal para desaparecer rara vez responde a un solo motivo. Escapar de la vergüenza, evitar a los prestamistas, dejar atrás a un cónyuge violento o salir del alcance de un jefe opresor constituyen causas frecuentes. El testimonio de Sugimoto, un empresario que abandonó su pueblo y familia agobiado por expectativas imposibles, ejemplifica el perfil de muchas personas johatsu. En su caso, la angustia y el remordimiento persisten, aunque admite que no ve viable regresar a la vida anterior.
Según BBC, el proceso institucional japonés no facilita una búsqueda efectiva. La policía solo investiga si existe sospecha de delito o accidente. Los familiares deben recurrir a detectives privados que, entre límites legales y privacidad, encuentran enormes dificultades para rastrear movimientos bancarios, llamadas telefónicas o imágenes de cámaras de vigilancia. Una madre entrevistada por la BBC expresó frustración por no poder acceder a la información necesaria y quedar limitada a verificar si su hijo se encuentra en una morgue.
El impacto en los que quedan atrás
Según el análisis de Tokyo Weekender, el fenómeno johatsu no solo impacta a los “evaporados”. Las personas abandonadas, frecuentemente padres, madres o hijos, experimentan dolor, confusión y pérdida. La película de Hartmann y Mori incluye el testimonio de una madre que intenta reconstruir el paradero de su hijo. La normativa de privacidad extrema en Japón complica la obtención de información incluso en situaciones de urgente necesidad emocional y social.

Los desaparecidos voluntarios se enfrentan al estigma de la debilidad y la derrota. Aunque suelen ser retratados como individuos solitarios y egoístas, la mayoría encuentra cobijo en pequeñas comunidades al margen de la sociedad convencional. Allí pueden rehacer su vida alejados del escrutinio público, pero deben convivir con las huellas emocionales que dejó su huida y el permanente recuerdo de lo que eligieron abandonar.
Aunque la mayoría de los johatsu logra construir una nueva vida, la tristeza y el arrepentimiento permanecen en muchos casos. Sugimoto, por ejemplo, aún piensa en los hijos a los que no vio en más de un año y reconoció a BBC que su principal pesar radica en ese abandono.
El fenómeno de los johatsu arroja luz sobre las tensiones internas de la sociedad japonesa. La gestión de la vergüenza, la presión por el éxito y la incapacidad de los sistemas institucionales para contener las crisis personales configuran un problema tan visible como silenciado. La proliferación de documentales, testimonios y cobertura mediática internacional, junto al surgimiento de empresas especializadas en desapariciones discretas, confirma que la evaporación voluntaria se integra como una respuesta dramática a las exigencias y límites del vivir en Japón.