En el corazón de Dublín, una escultura de bronce representa a una joven pescadera empujando una carretilla repleta de mariscos. Su imagen, lejos de ser un retrato histórico, emana del imaginario popular. Se trata de Molly Malone, la mujer que nunca existió pero que todos en Irlanda conocen.
Este es el ejemplo más claro de cómo el folclore puede solidificarse en bronce, adquirir un día festivo propio e incluso desatar un debate público en torno al consentimiento y la representación femenina en el espacio urbano.
Un personaje que nació en una canción
Molly Malone no figura en los registros históricos, sino en las estrofas de “Sweet Molly Malone”, una balada compuesta por James Yorkston en 1884. En ella se describe a una joven trabajadora que recorre las calles de la ciudad con una carretilla, vendiendo “mejillones y berberechos vivos”, tal como canta el estribillo en inglés: “Cockles and mussels, alive, alive, oh”.

Su imagen actual, sin embargo, proviene de la escultura creada en 1988 por la artista Jeanne Rynhart con motivo del milenio de Dublín. Situada frente a la antigua iglesia de St. Andrews, hoy oficina de turismo, la estatua no busca retratar a una figura histórica sino rendir homenaje a las mujeres que ejercieron el comercio callejero en la ciudad, una ocupación omnipresente en los siglos XVII y XVIII.
A pesar de las especulaciones sobre si Malone se inspiró en una persona real, numerosos historiadores coinciden en que no existen pruebas concluyentes para identificar a una mujer específica como su referente. El personaje amalgama rasgos típicos de vendedoras ambulantes de la época, convirtiéndose en una especie de símbolo colectivo del trabajo popular urbano.

Del mar a la calle: símbolo de lucha y marginalidad
La letra de la canción narra más que la rutina de una vendedora de mariscos. Según National Geographic, Molly también trabajaba por las noches como “mujer de afecto negociable”, frecuentando la zona del Trinity College.
Esa doble condición, vendedora ambulante por el día, trabajadora sexual por la noche, conecta a Malone con dos universos sociales marginados: el comercio informal y la prostitución.
La canción concluye con la muerte de la joven a causa de una fiebre, probablemente tifoidea, en alusión a las precarias condiciones sanitarias de la época. La figura de Molly, entonces, se transforma en un retrato de la vulnerabilidad social, una mujer obligada a subsistir como puede en una ciudad que la explota y la olvida.
Una heroína apócrifa para la ciudad

La elección de homenajearla con una estatua durante las celebraciones del milenio no fue casual. Para muchos dublineses, Molly Malone representa el esfuerzo silencioso de quienes nunca entraron en los libros de historia.
Su figura fue adoptada como emblema de los trabajadores humildes, a tal punto que se celebra el Día de Molly Malone cada 13 de junio en toda Irlanda.
La canción que le dio vida ha sido versionada por artistas tan dispares como The Dubliners, Sinead O’Connor, The Irish Travelers, Joni Mitchell y Patty Gurdy. Lejos de perder fuerza, se ha consolidado como una especie de himno popular no oficial de la capital irlandesa.
La estatua como objeto de consumo y protesta
La popularidad de la escultura derivó con el tiempo en una costumbre turística perturbadora: fotografiarse tocando los senos de la figura, que se encuentran expuestos bajo un escote pronunciado. El contacto constante deterioró visiblemente esa zona del bronce, lo que llevó al Ayuntamiento de Dublín a intervenir.

Pero el problema ya había trascendido el desgaste físico de la obra. En años recientes, surgió una campaña crítica titulada “Leave Molly Malone”, encabezada por la estudiante Tilly Cripwell.
Según la joven, el ritual turístico “es actualmente violento, tóxico y degradante”. La protesta, que incluye actuaciones musicales junto a la estatua, reclama que se deje de trivializar una figura que simboliza la lucha de las mujeres pobres en la historia urbana.
Como respuesta institucional, el gobierno local colocó vigilancia en torno a la escultura con el objetivo de evitar nuevos contactos físicos.